viernes, 9 de noviembre de 2012

MI VIETNAM II

Llegué a Hanoi sobre las 19:00 horas. A la salida del aeropuerto me junte con dos americanas y un irlandés para compartir taxi hasta el barrio antiguo, lo que me vino genial, dado que el trayecto es largo y caro. No tenia claro qué quería hacer exactamente. En principio la idea era alojarme y visitar Hanoi, pero consultando la guía vi que existía la posibilidad de hacerme con un billete de tren a Sapa (en realidad el tren te deja en Lao Cai, a una hora en bus de Sapa) en un tren nocturno, ahorrando tiempo. No lo dudé. Una vez en el barrio antiguo busqué una agencia de viajes (en Vietnam las agencias de viajes están por todas partes y prestan todo tipo de servicios) y logré un billete en un tren a Sapa que salía a las 21:10. Tenia Exactamente el tiempo de cenar y llegar a la estación de trenes. Me pegaron una buena clavada en el precio, cosa de la que era consciente, pero volvemos a lo mismo, cuando no dispones de tiempo, palmas pasta.

El compartimento tenia 4 literas, y la cama no era incomoda, pero mi vecino de abajo dio un recital de ronquidos que me impidieron dormir y llegué a Lao Cai con toda la caraja y oliendo regular (de esto no tuvo culpa mi vecino). Allí me monté en una de las miles de furgos que te llevan a Sapa, subiendo por una carretera de montaña llena de curvas, que te va desvelando, poco a poco, lo que vas a ver cuando llegas.

LA BELLEZA DE SAPA

Sapa te impacta desde que llegas por muchos motivos, pero principalmente por las mujeres de las tribus hmongs que deambulan por el pueblo tratando de vender sus artesanías a los turistas (algunas más pesadas que otras), por la bruma de montaña, pero sobre todo por sus terrazas y bancales para el cultivo del arroz. Mi experiencia en Vietnam hasta ese momento se restringía a ciudades, más o menos bonitas, pero no había visto la montaña, por lo que quedé gratamente sorprendido.

Al llegar pasé casi una hora buscando un hotel donde alojarme y, finalmente, me decidí por uno que sin ser bonito, ni barato ni acogedor, tenía unas vistas alucinantes de la montaña. Después de una muy necesaria ducha, y muy cansado aun por el viaje (llevaba viajando desde la tarde anterior: taxi a Danang, avión a Hanoi, taxi desde el aeropuerto el centro, taxi del centro a la estación de trenes, tren a Lao Cai, y finalmente furgoneta hasta Sapa), salí a buscar algún trekking decente que regresara a Sapa el mismo día (los hay de dos y tres días, alojándote en casa de Hmongs, pero no disponía de tiempo).

Toda esa terraza era de mi habitación. Las vistas, inmejorables. 
Creo que no pude tener más suerte: hice uno que me llevó a tres aldeas cercanas a Sapa en el que fuimos guiados por una chica Hmong que hablaba un inglés excelente además de ser muy simpática (decía llamarse Cha Cha, pero a ella le gustaba decir que era Cha cha cha...).

Vistas inigualables en el trekking.
Sin palabras. 
La gente Hmong vive de forma bastante tradicional y fue interesante oír las cuestiones relacionadas con las dotes del matrimonio y como muchas chicas no pueden abandonar a sus maridos cuando ellos se comportan mal debido a que deben devolver la dote, por lo que se ven obligadas a aguantarlo para siempre.

Hmongs que nos acompañaron durante el camino. 
La verdad es que mereció, y mucho, la pena ir hasta Sapa, fue una experiencia genial. Una de las cosas que te pasan cuando viajas solo, al contrario de lo que la gente cree, es que conoces mucha gente. Nunca estas solo. Gente local, otros occidentales, de todo tipo, y no es difícil que conozcas a gente que en muy poco tiempo, se muestre con total naturalidad. Sin sarcasmos, sin hipocresía, sin pretender nada.  Estas personas te regalan trocitos de sus vidas, impresiones y sentimientos que te ayudan entender que en fondo, todos somos iguales. Momentos mágicos e inigualables en los que compartes y logras conectar de verdad con la gente.

Céline fue una de estas personas. 
El mercado de Sapa es también algo que tienes que ver. Pequeño, y como sacado de una peli de Indiana Jones, me lo pateé varias veces en el poco tiempo que estuve. Por supuesto, uno de los días almorcé allí, en un puesto que estaba vacío. Al rato de sentarme, el puesto se llenó de occidentales. Somos así de tontos.

Me hicieron un arroz frito sobre la marcha que añoraré de por vida. 
Abandoné Sapa con la idea de ir a Hanoi y allí buscar algún tour que me llevara a Halong, pero en Lao Cai, esperando el tren para Hanoi, conocí a una pareja madrileña y otra catalana. Los madrileños iban a Hoi An y los catalanes a Halong, con la idea de llegar a Hanoi y justo ir a la estación de bus para ir Halong. Después de una cena en la que compartimos experiencias sobre lo visto en Vietnam (Susana y Iván nos contaron maravillas de todos los lugares en los que habían estado), decidí irme con ellos a Halong, compartiendo parte del viaje.

Cena en Lao Cai. Susana me convenció para ir a Nepal el próximo año. Que peligro...

LA BAHÍA DEL DRAGÓN

Llegamos a Hanoi, y junto con Susana e Ivan, pillamos un taxi que nos llevó a la estación de bus. Allí pillamos uno que iba a Halong, aunque nosotros queríamos ir a Cat Ba, la isla principal de la bahía. Les preguntamos si nos llevaban a Cat Ba y nos dijeron que si, así que nos montamos en el bus. Cerca de Halong, nos dimos cuenta que nos había timado (aquello no fue un malentendido), y nos abrieron la puerta del bus en medio de ninguna parte, justo en el lugar donde había 5 tíos esperando con motos para llevarnos a otro sitio. Esto fue, quizás, lo peor del viaje, aunque los vietnamitas en general son buena gente. Tampoco creo que sean tan amables como la gente cree. Son gente normal, con sus vidas, y a veces reaccionan mal. Como todos.

Al final llegamos al puerto y, aunque la idea era ir con los catalanes a Cat Ba, tuve la oportunidad de hacer un crucero de dos días y una noche (así lo vendían, aunque en realidad eran menos de 24 horas) que salía en ese momento. Habia oído de todo acerca de estos cruceros, caros, abarrotados de gente, barcos con ratas, y estaba preocupado por este tema, motivo por el cual decidí probar suerte con los catalanes y alquilar un barquito para los 3 o con algún guiri más. No obstante, allí en el puerto conocimos a otra pareja de catalanes que habían hecho este crucero la noche antes y me lo recomendaron. No lo dudé y cuando me quise dar cuenta, estaba montado en el barquito. Otro acierto.

Mi camarote (siempre quise tener uno...). 
El barco era grande, tenia como 8 camarotes, pero solo estaban ocupados 3. Uno por un americano, Mike. Otro por dos chicas filipinas y otro por mi. Todo el barco para nosotros solos. Una vez a bordo (me encanta la terminología de los barcos), zapamos (jaaaa) y pusimos rumbo (no lo puedo evitar, lo siento) al norte. Halong Bay quiere decir bahía del dragón. Se dice que un dragón la formó, y la verdad es que sus montañas recuerdan un poco esta idea. Es patrimonio de la UNESCO y es realmente bonita, aunque llena de barcos de turistas. Fue una suerte dar con este crucero, pues había barcos masificados de gente con fiestas de karaoke....

La cubierta. 
Pueblos flotantes de pescadores. Tienen escuela. 
Vistas desde lo alto de una de las islas. 



Durante el trayecto visitamos el interior de una de estas islas, completamente hueco, que formaba una enorme gruta. 

Este era todo el pasaje. 

DE MARCHA POR HANOI

Del barco me fui a Hanoi en bus y llegué de noche, así que salí a cenar y a tomar unas cervezas. Hanoi me gustó bastante más que Saigón. Hanoi tiene más encanto, o eso me pareció a mi. El barrio antiguo es una pasada y está lleno de vida. Iba a decir que probé la Bia Hoi, pero mejor debería decir que me harte de beberla. Es una cerveza fresca que hacen en los bares, diariamente, que está buenísima y que vale menos de 30 céntimos de euro el vaso....si, ya lo sé. Quieres estar allí ahora mismo....

El barrio antiguo de Hanoi, con sus arboles, sus casas y sus motos...

En Hanoi conoci a mucha gente, holandeses, alemanes, australianos, incluso españoles...los más golfos de Hanoi, supongo. 




En el vuelo de vuelta a Saigón ya regresando a casa, coincidí con una chica vietnamita con la que entable una interesante conversación acerca de costumbres, cultura y relaciones personales.

Thuy también me regaló una buena conversación. 
Bueno, este fue mi Vietnam, un país que aconsejo por su belleza natural, por su gastronomía, y por sus gentes. No conozco forma mejor de gastar el dinero que viajar. Aprendes y aprendes, y cuanto más aprendes, más cuenta te das de que todos somos iguales, todos tenemos miedos, inseguridades y sobre todo, todos queremos ser felices. Con la sonrisa de Thuy (y la mía porque no me puedo borrar de la foto) os dejo. Vietnam sonríe y vence. 

Carpe Diem. 

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